EN el Diccionario de la Real Academia no existe la palabra populismo ni populista. Así que no encuentro la manera de definir correctamente a esa corriente política que exagera los peligros en la sociedad y manipula los hechos y los miedos de manera que la gente normal y corriente siga sus dictados e instrucciones y, por supuesto, les vote. Elijo populismo sabiendo que en la RAE no han aceptado este término aún. EL fenómeno, no obstante, existe ,y en estos últimos días estamos viendo múltiples ejemplos del mismo en esta Europa que se tambalea entre sus múltiples contradicciones.
--En Finlandia se ha convertido en la tercera fuerza política del país y va a entrar en el gobierno un partido, los Auténticos Finlandeses, que pide la salida de la Unión Europea, una política excluyente de los extranjeros e inmigrantes (que son el tres por ciento de la población total) , la prohibición del aborto y de los matrimonios homosexuales. Y su líder no es ningún indocumentado.Timo Soini es politólogo, escribió su tesis precisamente sobre los partidos 'populistas', es eurodiputado -así que conoce cómo funciona la UE por dentro- y es muy popular e incluso respetado en su país. Muchos se identifican con su discurso en contra de las ayudas comunitarias a Portugal y Grecia y él ha pedido en las últimas horas cambios en el Pacto de Estabilidad Europeo. De manera realmente excepcional,en la campaña electoral en Finlandia se ha hablado, y mucho, de Europa.
--En Hungría hay populismo, pero se va caminando hacia algo mucho peor: la dictadura del partido único. Hoy el Parlamento va a aprobar una nueva Constitución elaborada exclusivamente por Fidesz, el partido de centro derecha que aprovecha su mayoría de dos tercios en esa Cámara para hacer una nación a su medida. Personas de ese mismo partido ocupan ya todos los órganos decisorios y las principales instituciones de ese país y ahora van a conseguir imponer una Ley Fundamental que sólo se podrá cambiar con una mayoría de dos tercios en el Parlamento,lo cual la hace prácticamente inmodificable.
La Unión Europea parece no enterarse de lo que pasa en Budapest y se ha dado por contenta con mínimos cambios en una Ley de Prensa muy restrictiva que el 1 de julio entrará en vigor con todas sus limitaciones y controles a la libertad de expresión. Es decir, el día después de que Hungría deje de presidir la Unión Europea.
Esa Constitución en la que los partidos de la oposición no han intervenido y que no va a ser ratificada por el pueblo en un referendum establece, entre otras cosas, una declaración o credo nacional de lo que significa ser húngaro, en donde se mezclan conceptos como Dios, Cristianismo, Rey, Corona y el Honor por la milenaria Historia de esta república que a partir de ahora se llamará únicamente "Hungría". Peligroso en un país que es, como recordaba hace poco el pianista y opositor András Schiff, un crisol de razas, con asiáticos, eslavos, judíos, bálticos y centroeuropeos en general. Especialmente excluyente es la mención al cristianismo en este país donde el antisemitismo ha estado muy presente en todo el pasado siglo y sigue siendo muy alimentado por los socios de Fidesz, el Partido de los Mejores ,Jobbik, extremistas de derecha, antigitanos y xenófobos en general.
--En esta Europa un tanto a la deriva y con valores que se aplican o se ignoran según interesa los populistas se encuentran en su mejor salsa. Es esto lo que está alimentando el auge de Marina Le Pen en Francia, quien también está desarrollando su lado anti-UE, anunciando que si gana las presidenciales Francia se irá de la Unión y abandonará la moneda única. Claro que, puestos a decir boutades, tampoco se queda atrás el ministro del Interior italiano, Roberto Maroni, quien, a raíz de la llegada masiva de inmigrantes tunecinos a su país y de la negativa de otros países socios a hacerse cargo de ellos, se ha preguntado si realmente tiene todavía sentido formar parte de la Unión Europea.
Quizá, si uno mira las cosas con una cierta distancia, es verdad que esta Unión Europea se está desintegrando y que es evidente que estamos asistiendo a un resurgir de la idea de lo nacional. Cada país lucha por sus intereses, tiene sus prioridades, y parece que ya sólo nos une, en realidad, una moneda única que muchos ven en permanente riesgo de muerte ante las crueles ofensivas de especuladores y mercados. Desaparecidos de escena los políticos que creyeron en Europa porque la conocieron desgarrada por populismos y nacionalismos (Kohl, Mitterrand, Delors..), sus sucesores, faltos de visión y a veces más fruto de merchandising político que de cualidades reales, se ven ahora deslegitimados por unos ciudadanos -sobre todo los de la mitad occidental- que empiezan a ver a Europa como un problema, no como la solución.
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